sábado, 27 de agosto de 2011

Capítulo IV - la pereza.

alguien corría jadeando por en medio de una vegetación oscura y maleable, árboles de todo tipo brotaban rítmicamente con cada latido, las hojas se enredaban en la piel como cuchillas de vegetal filo, el suelo vomitaba piedras de distintas texturas, entre las que circulaba un humus plasmático de propiedades magmáticas. en semejante selva negra, se oían aullidos, susurros, y alaridos entremezclados en un remix sórdido y espectral. al igual que frutos de los árboles, se abrían ojos en cuatro dimensiones de tinieblas. parpadeaban. observaban. fulminaban. se movían. peculiar fauna la de semejante flora. un aire zarandeaba brazos colgados a modo de lianas de los árboles, que danzaban haiendo cortes de mangas. nuestro sujeto se movía imperiosamente buscando a su peculiar predicado. la sangre se bombeaba a toda velocidad. no se sabía si era primera persona, segunda persona o tercera persona. si era alguien singular o algo común y corriente. su respiración se volvía intensa, profunda e insuficiente. sabía que querían descuartizarle en sintagmas para analizar lo complejo que era. corría. aceleraba su inercia. hasta que estalló de dolor un holocausto de hercios, al haberse perforado el pie con una lengua llena de papilas afiladas dispuestas a saborear su astrágalo. el capricho de morfeo. los sueños y los dioses más sádicos dispuestos a manipular la realidad onírica dispuestos a tornarla pesadilla.

Sueña el rico en su riqueza,
que más cuidados le ofrece;
sueña el pobre que padece
su miseria y su pobreza;
sueña el que a medrar empieza,
sueña el que afana y pretende,
sueña el que agravia y ofende,
y en el mundo, en conclusión,
todos sueñan lo que son,
aunque ninguno lo entiende.


mientras morfeo seguía jugando a su trágico pilla-pilla, íkelos se adelantó y a modo de libélula se posó sobre las costillas de su dorada marioneta, a la que convirtió en vulgar títere de trapo, en otro latido de oscuridad, la realidad se distersionó, el movimiento se volvió estatismo, y el bosque de sombras, en un sótano de látex, goma y cuero, cuerdas y frío acero. el sujeto en su defensa usó un plural mayestático, pero una máscara de gas absorbió su lamento y un látigo de piel, sacudió su columna fugaz y anodinamente, para enseñar disciplina y la doctrina, de Pavlov. castigo y recompensa. el sujeto gritaba, pero su lamento no oía, pasó a ser el esclavo malherido de las más drásticas teorías. su amo phobetor apareció, y leyó su elegía, pero decidió apretar más las cadenas de los brazos, para corregir la ortografía. la gravedad hizo el resto, su peso aumentó el dolor. phobetor jugando pícaramente, le golpeó en el costado, en los genitales y en la frente, se reía al escuchar su sinfonía de crujidos, y degustaba con tesón el vino que fluía de sus labios partidos. phobetor/íkelos era despiadado, daba constantes patadas, en las gónadas de su amado, escupía y humillaba a la puta de su esclavo, apagaba cigarrillo en la piel hialina, a la que después lavaba con orina. era su saco de boxeo preferido, después de haberse cansado llamó a sus demas parientes, que violaron complacientes a la puta de su esclavo.

cuando llegó el turno de fantasos, cambió otra vez el sueño a un ente más extraño.
se puso un delantal, y apareció una cocina, en la que la puta complaciente se volvió el ingrediente de las recetas más imprevistas. en una sartén de aceite hirviendo, el sujeto se freía mientras sazonaban su osamenta, y después de vuelta y vuelta se hallaba ya listo para formar parte del pisto, de una tarta vegetal dispuesta a ser horneada en un infierno termal. aplastado por pisos y pisos de la dulzura más exquisita, sintió el poder de la hiperglucemia, mientras el chantilli ahogaba los gritos de una crema especialmente nutritiva.
fantasos preparaba todos los ingredientes, se asomó al horno, en el que se hacía su pastel preferido, un humano consumido en deseos incoherentes, crematorio onírico de las más variadas fantasías, se asomó y contemplaba como lo devoraban las llamas hasta consumir y finalizar, la tarta de cenizas de vidas desgarradas.
para coronar con una cereza, le cortó la cabeza y la rellenó cuan pimiento de los más descabellados aspavientos.

Harto del juegecito, llegó el turno de Hypnos, que sumergió todo sueño, en un trance verrugoso, y creó de la nada, la habitación del sujeto, al que postró en la cama. harto de ver tan vanales emociones, le llenó de escorpiones, desde el ombligo a los pezones. le sacó los ojos y creo un rastrojo. Después de tanto y tanto dolor, el soñador indeciso, se hartó de señar, le aburría, le postraba y le torturaba el hecho de tener que descansar, se vació la cabeza de todo tipo de animales, sierpes y pájaros, los bostezos se volvieron adicción al trabajo, y el sueño, lo que fisiológicamente estaba diseñado a ser. así pues antes de despertar, recordó una frase, bella o bello sujeto, nunca más te pinches con una rueca porque los dioses de la pereza son los peores de todos, desaprovechan tus virtudes, infravaloran tu inteligencia, y te llenan de desesperación, horror y precariedad.
así la bella despertó, con un beso de muerte, pero con suerte de seguir latiendo, el dolor y la angustia seguían presentes, y aún con su dignidad llena de puñaladas, se levantó y se dispuso, a quemar la rueca, las agujas y el maldito huso. dulces sueños princesas.... dormid tranquilas por las noches, que los dioses más especiales os romperán como cristales.

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