lunes, 28 de diciembre de 2009

el mito de jacinto






Apolo tira el primero su flecha con tanta destreza y fuerza que se eleva sobre las nubes y retumba al caer sobre la tierra. Jacinto, enajenado por el ardor del juego, pone todo su ímpetu en lanzar la suya. Pero lo hace con tanta torpeza y mala fortuna que el hierro, soltado bruscamente, le va a dar en pleno rostro, haciéndole caer bañado en sangre.
Apolo, palidísimo, acude a auxiliarle, le lava la herida, le aplica hierbas aromáticas para detener la hemorragia y prolongar la vida del muchacho... pero en vano. Ya su alma esta en otro mundo.
¡Mueres en la flor de la juventud, y he sido yo, amado Jacinto, el culpable por atender a tus ruegos! La muerte te ha tomado entre sus brazos, amado amigo". Habiendo muerto por mi propia mano. Y he de pagar el crimen de encontrarme contigo para jugar. Veo la sangre y veo mi mano en ella. ¿Qué puedo hacer para que vivas siempre? Que puedo hacer para seguirte? ¡Mi único consuelo es el pensar que me ha movido el amor inmenso que te tengo! ¡Ojalá pudiera dar mi existencia por la tuya o morir contigo!
Las lagrimas de Apolo caían enlazándose con las ensangrentados cabellos del muchacho. Hyakinthos muere y su alma viaja al Reino de Hades. El dios se inclina sobre el oído del joven y le susurra. "En mi corazón vivirás para siempre, pero tu memoria vivirá siempre hermosa entre los hombres"
Y apenas pronunciadas estas palabras, una fragante flor apareció desde la sangre derramada. La llamaré Hyakinthos, y en sus pétalos aparecerá el signo del las letras "Ay", como signo del dolor que el dios sufría.
Como dice Mago de Oz: "No se puede ocultar el perfume de una flor"

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